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Demasiado grande el tema como para evitar la herida

  • Foto del escritor: Emiliano Damonte
    Emiliano Damonte
  • 26 mar
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 27 mar

Demasiado importante la herida como para evitar el tema. En estos dos días me he encontrado con escritores, directores de cine, docentes, historiadores y hemos hablado del 24 de marzo del 76. Demasiado grande el tema como para evitar la herida. 


Plaza con obelisco
Plaza de mayo vacía, fotografía tomada en la madrugada del 24 de marzo de 1976 por el fotoperiodista Héctor “Puchi” Vázquez

Semanas atravesadas por vectores profundos y complejos estas. Vectores que nos ponen en el dilema de hacernos los boludos y seguir, como es tradición, o encarar el camino del análisis crítico. Pero el análisis crítico requiere memoria. 


Palabras, no banderas

Personalmente siempre fui muy crítico con las banderas en general, con todas las banderas, con la categoría “bandera”. Como contenedor son demasiado restrictivas para abarcar todo lo que pretenden y como definición son demasiado amplias. Por eso la transformación de una palabra en “bandera” me parece terrible, porque la despoja de todo su significado para transformarla en una foto, o en un paño bordado, plano, en dos dimensiones, sin altura ni profundidad. Eso es lo que ha pasado con la palabra memoria en nuestro país, ha sido reducida a la categoría de bandera, junto con tantas otras palabras valiosísimas.


Memoria y hecho histórico

La memoria es un camino complejo, nunca lineal y jamás privado de contradicciones. Un poco por eso la ciencia Histórica consideraba hasta hace muy poco que debía pasar un cierto tiempo, digamos unos cincuenta años, para poder hacer ciencia histórica sobre un hecho histórico. Establecer el hecho es ya un trabajo difícil, sobre todo cuando se trata de un hecho complejo y multicausal. Pero cuando hablamos de la memoria de una nación, tenemos la responsabilidad de setear muy bien el HECHO HISTORICO y los HECHOS que lo rodean como causas, antagonísmos y efectos. Ya no se tratará de decir lo que pienso o lo que siento, que son aspectos de enorme valor social e individual, pero que no alcanzan para establecer qué pasó, cómo lo vamos a resolver y cómo lo vamos a recordar como sociedad. En palabras más sencillas, no se trata de recordar cualquier cosa, no se trata de venganza, no se trata de enojo, no se trata de victimismos. Se trata de resolver con la justicia como herramienta, para poder cerrar heridas complejísimas. Se trata de establecer un relato, pero no uno cualquiera, sino uno que respete los HECHOS y sea justo con sus causas y alrededor del cuál encuentren lugar la mayor cantidad de posiciones posibles. El camino de la memoria es un camino incómodo, pero no solo incómodo para el otro, sino fundamentalmente incómodo para nosotros mismos. 


Las preguntas

Antes de hablar de respuestas, es necesario hablar de preguntas. ¿La sociedad se ha hecho en profundidad las preguntas que se debe hacer acerca del 24 de marzo del 76? La herida purulenta que todavía nos sacude parecería indicar que no, a pesar de que están por cumplirse 50 años del Golpe. No son pocos los que consideran que habría dar vuelta la página; tampoco son pocos los que equiparan la entidad que adquiere la maquinaria estatal al servicio de la persecución, la tortura y la desaparición de personas a la de las organizaciones terroristas que asolaban la vida de los argentinos; no son pocos los que sienten que el accionar de las organizaciones terroristas estaba de alguna manera justificado en la violencia y la desigualdad de las que hacen responsable al Estado; tampoco son pocos los que nunca se plantearon ninguna de estas cosas; no son pocos los que sabían y miraron hacia otro lado, por miedo, por conveniencia, por convicción; no son pocos los que hace cincuenta años creían que había que olvidar y luego cambiaron de opinión; no son pocos los que transformaron a los Derechos Humanos, a la Memoria, a la Libertad o a la Justicia en una bandera, vaciándolos de significado e impidiendo que nos hagamos las preguntas necesarias; multiples son las visiones y las posiciones.

Soy hijo de esos años, y el período citado afectó de manera dramática mi vida, hubo un antes y un después de esos años en mi hogar, en mi historia, por lo tanto me siento parte de las generaciones que deben ocuparse de hacerse las preguntas justas, para empezar a lidiar con ellas y comenzar a encontrar respuestas, allí donde sea posible. El olvido, incluso cuando pueda ser bienintencionado, no es una opción. A casi 50 años del 24 de marzo de 1976, no me atrevería ni por un segundo a sugerir cuáles son estas preguntas indispensables. Pero como orientación sugiero prestar especial atención a las palabras del Fiscal Strassera en su alegato final. Se trata de un punto de origen perfecto y con premisas tan claras, que debería sernos de enorme ayuda en el trabajo que todavía tenemos por delante de hacernos las preguntas, entender las causas, las contradicciones y las consecuencias, y luego empezar sanar nuestras heridas. No en una bandera como resumen, sino en nustra consciencia como aprendizaje.


“Los argentinos hemos tratado de encontrar la paz fundándola en el olvido, y fracasamos. Ya hemos hablado de pasadas y frustradas amnistías. Hemos tratado de encontrar la paz por medio de la violencia y exterminio del adversario, y fracasamos. Me remito al período que acabamos de describir. 

A partir de este juicio, y de la condena que propugno, nos cabe la responsabilidad de fundar una paz basada, no en el olvido, sino en la memoria; no en la violencia, sino en la justicia, esta es nuestra oportunidad y quizá, sea la última.”

“(...)Señores jueces, quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria, quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces, nunca más.”


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