La creciente recurrencia de incendios en Argentina, causados por las sequías constantes (estamos en pleno curso de una Niña que durará al menos hasta fin de año), genera efectos sobre el medioambiente que afectarán nuestra salud y nuestra economía.
Nota publicada por el Agorá Diario
El informe anual sobre la calidad del Aire de la Organización Meteorológica Mundial pone el foco en cómo los crecientes incendios forestales afectarán a la calidad del aire que respiramos y en los problemas que ocasionarán en ecosistemas y masas de agua
Con motivo del Día Internacional del Aire Limpio de Naciones Unidas, la Organización Meteorológica Mundial ha hecho público su informe anual sobre la calidad del aire y el clima, que en esta ocasión ha destacado cómo van a influir los crecientes incendios forestales en el aire que respiramos, en nuestra salud, en los ecosistemas y en recursos como el agua.
El informe señala que, al igual que en 2020, las altas temperaturas y las condiciones meteorológicas secas exacerbaron la propagación de incendios forestales en la zona occidental de América del Norte y Siberia, lo cual se tradujo en un aumento generalizado de los niveles de partículas pequeñas en suspensión (PM2,5), que constituyen un peligro para la salud.
“A medida que se incrementa la temperatura del planeta, se prevé que los incendios forestales y la contaminación atmosférica aumentarán, incluso en un escenario de emisiones bajas. Además de las consecuencias para la salud humana, esta situación también afectará a los ecosistemas y a la calidad del agua, dado que los contaminantes del aire se depositan desde la atmósfera en la superficie de la Tierra”, explicó el profesor Petteri Taalas, Secretario General de la OMM.
La organización hace referencia además a cómo las olas de calor, con condiciones estables en la atmósfera superior, alta radiación solar y baja velocidad del viento, han dado lugar a graves episodios de contaminación, como los ocurridos este verano en España y en toda Europa.
“Esto es un anticipo del futuro, ya que se prevé un mayor aumento de la frecuencia, la intensidad y la duración de las olas de calor, lo cual podría empeorar aún más la calidad del aire, un fenómeno que se denomina ‘sanción climática'», añadió el profesor.
La “sanción climática” se refiere específicamente al efecto de amplificación del cambio climático en la producción de ozono al nivel del suelo, lo cual tiene un efecto negativo en el aire que respiramos. Las regiones con la sanción climática prevista más fuerte, principalmente en Asia, albergan, aproximadamente, una cuarta parte de la población mundial. El cambio climático podría exacerbar los episodios de contaminación del ozono en superficie, lo que generaría efectos perjudiciales para la salud de cientos de millones de personas.
Contaminación atmosférica y agua
La calidad del aire afecta a la salud de los ecosistemas mediante la deposición atmosférica, dado que los contaminantes del aire se depositan desde la atmósfera en el suelo, las masas de agua líquida y las masas de hielo. La deposición de nitrógeno, azufre y ozono puede tener un efecto negativo en los servicios provistos por los ecosistemas naturales, por ejemplo, el agua limpia, la biodiversidad y el almacenamiento de carbono, así como incidir en el rendimiento de las cosechas en los sistemas agrícolas.
Las partículas y cenizas proveniente de la contaminación y los incendios contribuyen a la contaminación de las masas de agua reduciendo su calidad. Además, el fuego erosiona el suelo, provocando problemas en la gestión del agua cuando se producen lluvias intensas que pueden desembocar en inundaciones. Si estas precipitaciones arrastran además cenizas, suponen un grave problema para los sistemas de potabilización de agua, como está ocurriendo, por ejemplo, en la ciudad de Las Vegas, Nuevo México, donde trabajan contrarreloj para encontrar una solución al problema, ya que solo queda agua para abastecer a la población durante 20 días.
Cuando estas partículas se encuentran sobre la nieve o el hielo producen un descenso de su reflectividad y un aumento en su absorción de calor. Como resultado, se produce una aceleración de los procesos de fusión, principalmente, en las zonas bajas e intermedias de los glaciares.
También pueden modificar los ciclos de lluvia. Las nubes, con una elevada cantidad de carbono negro, son menos reflexivas de lo normal, ascienden a distintos niveles atmosféricos y alteran su localización. Una alta acumulación de vapores y gases tóxicos en las nubes producen la conocida como ‘lluvia ácida’ que devuelven agua contaminada a la tierra. Un agua que llega a los ríos y a los mares y que contribuye a contaminar su superficie. Estas precipitaciones afectan además gravemente a los suelos, ya que los ácidos aumenta la erosión, dañando tierras y cultivos.
España y Francia han registrado entre junio y agosto las emisiones más altas de carbono de los últimos 20 años, impulsadas en gran parte por los devastadores incendios forestales ocurridos en el suroeste de Francia y la Península ibérica en los últimos meses. Así se desprende de un informe del Servicio de Vigilancia Atmosférica Copernicus, según el cual la superficie total acumulada quemada en la Unión Europea desde principios de año hasta el 3 de septiembre asciende a más de 750.000 hectáreas, en comparación con una media de poco más de 260. 000 hectáreas entre 2006 y 2021.
Según los datos del CAMS Global Fire Asimilation System (GFAS), las emisiones totales de incendios forestales en la UE y el Reino Unido entre el 1 de junio y el 31 de agosto de 2022 se estiman en 6,4 megatoneladas de carbono, el nivel más alto desde 2007. GFAS se basa en satélites observaciones de incendios activos y potencia radiactiva del fuego (FRP), que utiliza datos de sensores remotos para estimar la cantidad de biomasa quemada, para estimar las emisiones de contaminantes del humo.
Incendios en 2021
El Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus de la Unión Europea mide las concentraciones mundiales de partículas en suspensión. La inhalación de PM2,5 (es decir, partículas con un diámetro de 2,5 micrómetros o menos) durante períodos prolongados constituye un grave peligro para la salud. Entre las fuentes de dichas partículas se incluyen las emisiones provenientes de la quema de combustibles fósiles, los incendios forestales y el polvo del desierto levantado por el viento.
El informe de la OMM destaca que los fuertes incendios forestales generaron concentraciones excepcionalmente elevadas de PM2,5 en Siberia, Canadá y el oeste de los Estados Unidos en julio y agosto de 2021. Las concentraciones de PM2,5 en la zona oriental de Siberia alcanzaron niveles nunca observados, y fueron impulsadas principalmente por el aumento de las temperaturas altas y las condiciones secas del suelo.
El total estimado de emisiones anuales en la zona occidental de América del Norte se situó entre los primeros cinco años del período comprendido entre 2003 y 2021, con concentraciones de PM2,5 que superaron ampliamente los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud.
A escala mundial, las observaciones de la superficie incendiada total anual muestran una tendencia descendente durante las dos últimas décadas, como resultado del menor número de incendios en las sabanas y los pastizales. No obstante, a escala continental, se han observado tendencias ascendentes en algunas regiones, por ejemplo, algunas partes de la zona occidental de América del Norte, el Amazonas y Australia.
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