Desde hace un tiempo a esta parte, los argentinos todos, venimos escuchando reiteradamente que llegó la hora de los "argentinos de bien".
De hecho, el presidente en su discurso de asunción, de espaldas al Congreso, es decir, de espaldas a las Instituciones Democráticas y de frente a sus partidarios, además de no mencionar ni una sola vez la palabra Democracia, dijo que era el presidente, no de todos los argentinos sino de los argentinos de bien. Si hay argentinos de bien esto quiere decir que hay argentinos que no son de bien, o sea que serían argentinos de mal.
No es mi intención profundizar en el carácter absolutamente autoritario y fascista de esta caprichosa división entre argentinos de bien y argentinos de mal. Lo que me parece más interesante es pensar quienes serían los argentinos de bien y quienes los argentinos de mal para el ahora presidente y sus seguidores.
Seguramente los argentinos de mal serían los corruptos, los parásitos del Estado, los delincuentes, los contrabandistas, los narcotraficantes, por ejemplo. También podríamos suponer que serían argentinos de mal aquellos que no defienden los bienes y las riquezas de nuestro país, y también los que, desde una posición de poder, se aprovechan de la pobreza y la vulnerabilidad de otros argentinos para explotarlos vilmente. Tal vez podríamos incluir en ese grupo a los que especulan con el trabajo de los más débiles y a los que ajustan los magros haberes de los jubilados. Ni que hablar de los que priorizan los intereses de capitalistas inescrupulosos nacionales e internacionales, e intentan derogar las leyes que protegen nuestros bosques, nuestro ambiente y nuestro mar.
Y, por supuesto, que dentro de ese grupo de argentinos de mal habría que incluir a aquellos que defienden y reivindican a genocidas, torturadores y apropiadores de niños.
Esos serían, a grosso modo, los argentinos de mal.
Pero, vivimos tiempos muy confusos, algo que los poderosos saben de sobra y que aprovechan para hacer prevalecer sus intereses. Por eso, en la búsqueda de mayor claridad, sería conveniente concentrarnos ahora en los argentinos de bien. Para esto, propongo analizar la lectura de nuestra historia que hace el presidente y las épocas que añora. ( lectura que da vergüenza ajena cuando lo hace dentro del país y que realmente nos hace pasar vergüenza a todos, a los argentinos de bien, de mal y de más o menos cuando nos representa en el exterior, como en Davos, la semana pasada)
Pero volvamos a la Argentina que el presidente añora. La de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Más allá de los errores y las inexactitudes producto de un total desconocímiento científico de la historia económica y social del país, tenemos que recordar que en ese país todavía no existía el voto universal, secreto y obligatorio. En ese país, además, no votaban las mujeres. En ese país todavía no se había producido la reforma universitaria. En ese país que añora el presidente, no existía el sábado inglés ni la jornada de ocho horas, ni la jubilación, ni la licencia por embarazo, por accidente, ni por enfermedad, ni la indemnización por despido; ni las vacaciones, ni el aguinaldo, entre otras cosas.
La pregunta que surge en este momento es, ¿es verdad que a los Argentinos ( con mayúsculas) de bien les gustaría vivir en un país así?. A los Argentinos de bien les gustaría vivir en un país con el fraude electoral del voto cantado?.Les gustaría vivir en un país en el que las mujeres no tienen derecho a votar?. Prefieren vivir en un país en el que los humildes de ninguna manera pueden llegar a la Universidad?. Es verdad que sueñan con país con obreros sin ningún tipo de derecho y expuestos a las más crueles de las explotaciones?. Déjenme decirles que me parece que no. No. De ninguna manera. Todavía creo que los Argentinos de bien no añoran esa sociedad. Todavía creo que Argentinos de bien (que son muchos), añoran, por sobre todas las cosas, una Argentina culta, sin grietas, sin fanatismos y con la cohesión y la movilidad social que la educación pública de calidad supo darle. Todavía creo que los Argentinos de bien quieren vivir en una sociedad que este mucho más cerca de la solidaridad que del egoísmo.
También se, porque los conozco, que hay argentinos que en este momento están en el mejor de los mundos. Sus intereses fueron votados por el 30 % del electorado, en forma directa, y con 56 % en segunda vuelta
No voy a cuestionar el voto. De ninguna manera. El voto ( secreto, universal y obligatorio desde 1912) es sagrado. Y , como decíamos hace poco, los votos se cuentan de a uno. Soy consciente del hartazgo provocado por las consignas vacías de contenido de un gobierno ( el anterior, o los anteriores si les parece más justo), que hizo/hicieron absolutamente todos los deberes para que pasara lo que pasó.
Ahora bien, que los gobiernos anteriores hayan fracasado no quiere decir que el único camino para superar la crisis sea ajustar a los más débiles y favorecer obscenamente a los poderosos de adentro y de afuera. Se me ocurre una analogía futbolística; es como si porque el referee fue muy malo y bombero, ahora tengamos que jugar sin referee. Y en este caso, lo llevaron a tal extremo que directamente proponen jugar sin reglamento. Ya sabemos de sobra quien gana cuando el partido se juega sin respetar ningún reglamento. Es por eso que los que arrogan ahora ser "argentinos de bien " se relamen. Los conozco porque me acuerdo de sus miradas de inculta suficiencia cuando repetían arcaicas consignas sobre las bondades del mercado en tiempos de la dictadura defendiendo las políticas de Martínez de Hoz y las políticas de Cavallo durante el menemato. En esos tiempos pensaba que decían lo que decían y defendían lo que defendían porque les faltaba estudio y estaban encerrados en un microclima que les impedía reconocer la realidad. Pero ya no. No les creo que piensen equivocadamente que esto es lo mejor para el país. No son tan brutos. Saben y de sobra, que esto es lo mejor para ellos. Para la gente bien. De familia bien.
A nosotros, lo que nos queda, si queremos seguir jugando, es respetar a rajatabla el reglamento (por supuesto que esto implica reconocer el resultado electoral). Aferrarnos a las Instituciones de la República y volver a mirarnos a los ojos y discutir. Discutir reconociendo que el otro puede pensar distinto y no por eso es mi enemigo. Discutir superando grietas estúpidas, antinomias y fanatismos que tanto mal nos han hecho. Por la libertad de seguir siendo ciudadanos en una sociedad en la que todos lo sean.
Amablemente.
Enrique Krauth
Buenas noches.
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