Los expertos destacan que detrás del comercio ilegal y la caza furtiva que azotan a la la biodiversidad brasileña en general y a la fauna silvestre de la Amazonia en particular hay grandes interesas, fraude y corrupción. Y que es fundamental erradicar este flagelo.
Fauna silvestre en peligro
En 2017, las autoridades del aeropuerto de Miami, en Estados Unidos, inspeccionaron un cargamento comercial procedente de Europa. Dentro de un contenedor encontraron 21 ranas venenosas punta de flecha (Adelphobates galactonotus), una especie conocida por sus colores vibrantes y piel venenosa, endémica de los afluentes del sur del río Amazonas y altamente codiciada por los coleccionistas privados de todo el mundo.
Cuando se les preguntó, los viajeros que transportaban el paquete rápidamente presentaron la documentación, incluido un permiso de exportación necesario para retirar, vender o mantener las ranas alejadas de su hábitat natural. Los inspectores de fauna silvestre se dieron cuenta de que la documentación era falsa, porque se emitió en Europa y no en Brasil, el país de origen de las ranas.
El caso ilustra los desafíos que supone frenar el tráfico de fauna silvestre de la selva amazónica. Un nuevo informe de Transparencia Internacional Brasil, que se titula “La lavandería de fauna silvestre”, ha descubierto que las organizaciones criminales están utilizando elaboradas técnicas de contrabando que incluyen fraude y corrupción. Los expertos dicen que estas tácticas impulsan el tráfico de millones de animales vivos, partes de animales y productos de la fauna silvestre.
“Es sorprendente ver cómo se estructuran estas organizaciones criminales”, dijo a Mongabay Dário Cardoso, analista de tráfico de fauna silvestre y coautor del informe. “Tienes los sospechosos típicos que recogen, transportan y comercian la fauna silvestre, pero también tienes individuos especializados en falsificar y alterar documentos que dan a toda la operación un velo de legalidad”.
Cardoso dijo que estas tácticas muestran cuán organizadas se han vuelto estas operaciones. Aunque todavía hay una red activa de pequeños traficantes, grupos más profesionalizados se están aprovechando del comercio legal para transportar fauna silvestre —desde peces pequeños hasta monos— a través de la frontera a países vecinos y finalmente a Europa, China o los Estados Unidos.
“Ya no se trata solo del tráfico de fauna silvestre en maletas. Se trata del blanqueo de capitales y el blanqueo de los mismos animales para hacer ver que sus negocios son legítimos”, dijo.
En Brasil, como en muchos otros países, el comercio legal de algunas especies está permitido con base en CITES, la convención sobre el comercio internacional de fauna y flora silvestres. Este acuerdo internacional se introdujo en 1973 y desde entonces ha sido ratificado por 183 países, entre ellos Brasil y la Unión Europea, conocidos como partes en la convención. En ese momento, también se abrió la puerta a la falsificación de una amplia variedad de documentos para alcanzar los requisitos de la CITES.
Según el nuevo informe de Transparencia Internacional, de 2010 a 2022, se descubrió en Brasil que los traficantes alteraban de todo, desde permisos de pesca hasta licencias de exportación. Etiquetaban erróneamente los nombres de las especies, alteraban sus lugares de origen y declaraban falsamente que animales capturados en su hábitat natural habían sido criados en cautiverio. También falsificaban anillas de aves.
A lo largo de los años, IBAMA, la agencia de protección ambiental brasileña, y la Policía Federal han intentado contraatacar a través de la digitalización de formularios y permisos. Sin embargo, según los registros policiales, incluso estos documentos electrónicos están siendo falsificados. Parte del problema es la falta de un sistema digital completo y unificado que controle el tránsito, la venta y la captura de especies que salen de la Amazonía.
Los traficantes no solo eluden la ley con la falsificación de documentos, también ganan más dinero. “Es una táctica muy rentable”, dijo Cardoso. “Cuando se vende un mono con un recibo falso, que da la impresión de que se ha obtenido legalmente, ese animal se vende por el doble de dinero”.
Guacamayos rescatados por la policía en Brasil. El comercio ilegal de fauna silvestre en la Amazonía brasileña se vuelve cada vez más organizado y sofisticado. Imagen cortesía de Transparencia Internacional Brasil.
La corrupción campa a sus anchas
Según el informe, este tipo de operaciones dependen de la corrupción a cada paso del camino. Identifica varios casos de soborno a lo largo en las rutas de contrabando en Brasil como policías a los que se les paga para que ignoren cargamentos sospechosos, veterinarios a los que se les paga para que emitan informes falsos y empleados de aeropuertos a los que se les paga para que omitan los escáneres de equipaje.
Cardoso dijo que lo más preocupante son los casos de funcionarios que facilitan el tráfico de fauna silvestre. “Para tener una idea de la extensión de esta red de sobornos, solo mira a la diversidad de agentes públicos implicados”, dijo. “Sabemos de agentes de inspección federales, policías estatales y políticos que han aceptado sobornos, pero que se supone que trabajaban para proteger a los animales salvajes”.
Con tanta gente a la que sobornar, las organizaciones de contrabando necesitan dinero en efectivo, y mucho. Esto sugiere que reciben fondos de organizaciones criminales, incluso, más grandes. “Hemos visto muchos casos de tráfico de drogas que financia el comercio ilegal de fauna silvestre en la Amazonía”, dijo Melina Risso, directora de investigación del Instituto Igarapé, un grupo de expertos ambientales. “Eso está muy claro en lo que se refiere a los peces ornamentales que se pasan a través de la frontera con Colombia”.
Los grupos criminales que trafican drogas y fauna silvestre a lo largo de la frontera brasileña probablemente comparten algo más que recursos. “Sabemos que estas organizaciones también han estado utilizando los mismos métodos de logística y transporte”, dijo Risso. En 2022, el periodista británico Dom Phillips y el defensor de los derechos indígenas Bruno Pereira fueron asesinados en la región mientras investigaban una de estas operaciones que implicaba la pesca ilegal a gran escala.
Aunque los expertos dicen que grupos más sofisticados son el motor detrás del tráfico de especies de la Amazonía, es difícil medir el alcance de la actividad. Según Rencta, una red brasileña que lucha contra el tráfico de animales, en ese país se trafican 38 millones de ejemplares al año. Aunque esta cifra puede parecer alta, los expertos todavía la consideran una estimación muy baja, y no distingue cuántas especies provienen de la selva amazónica.
Autoridades brasileñas realizaron una redada en una feria donde se comercializaba ilegalmente con aves. De 2010 a 2022, se descubrió en Brasil que los traficantes alteraban una amplia gama de documentos, desde permisos de pesca hasta licencias de exportación. Imagen cortesía de Transparencia Internacional Brasil.
“Tenemos el problema de que las cifras oficiales están basadas en detenciones”, dijo Juliana Machado Ferreira, directora ejecutiva de la organización sin ánimo de lucro Freeland Brasil. “En la Amazonía, en concreto, es muy difícil detectar el tráfico de fauna silvestre. El territorio es inmenso, y es muy difícil para las autoridades adentrarse en la selva, inspeccionar cada avión y frontera terrestre”.
Es más, cierto tipo de especies rara vez son incautadas por las autoridades. “Una maleta llena de bolsas de agua que contienen peces ornamentales es mucho más fácil de detectar que una persona que lleva huevos de reptil atados al cuerpo”, dijo Ferreira. “Y ni hablar de carne de caza, plumas de aves y dientes de jaguar que atraviesan la frontera sin ser detectados”.
Según los expertos, una buena forma de empezar a solucionar el problema sería que las agencias gubernamentales brasileñas empezaran a compartir la información que tienen. “A menudo los datos de las detenciones no se comparten dentro del gobierno”, dijo Ferreira. “Sin estadísticas consolidadas, nunca entenderemos verdaderamente el tráfico de fauna silvestre en la Amazonía, cómo afecta a la biodiversidad y otros impactos sociales y económicos”.
Ferreira dice que, en el futuro, debería de haber una estrategia nacional unificada para combatir el tráfico de fauna silvestre en Brasil en la que participen los gobiernos estatales, la Policía Federal y los ministerios de medio ambiente, salud y educación. “Todos tienen un papel diferente en la lucha contra este crimen y tenemos que trabajar todos juntos”.
El Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático de Brasil dijo a Mongabay, en un comunicado, que está trabajando en un plan nacional para combatir el tráfico ilegal de fauna silvestre, uno que pida una “mayor articulación y coordinación entre las agencias federales responsables de la protección de la fauna silvestre”. Mientras tanto, el ministerio tiene 800 agentes del IBAMA que trabajan en colaboración con los gobiernos estatales y la Policía Federal dedicados a luchar contra esta actividad criminal.
Detrás del comercio ilegal se mueven intereses económicos de enorme cuantía, por lo que la lucha contra el trafico ilegal de vida silvestre va mucho más allá del simple control en los aeropuertos o la persecución a los furtivos. SI no se detiene el problema en las altas esferas no se conseguirán resultados realmente eficaces.
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