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Foto del escritorEmiliano Damonte

Alberto Fernández: El poeta del vacío

Por Emiliano Damonte Taborda

Alberto Fernández, como nadie antes que él en la historia, se sacará la banda presidencial después de cuatro años, sin haber sido Presidente un solo día


 

Post verdad o bolazo

La post verdad, ha encontrado en el despelote argentino un ambiente maravilloso para su desarrollo. En los últimos 20 años, se ha ido difundiendo con creciente velocidad, la idea de que una verdad, simplemente es una proposición que se puede justificar con un poco de creatividad y un mínimo de coherencia.

La industria del relato ha tomado un impulso monumental, fruto del enorme esfuerzo necesario para sostener una “verdad” a partir de un relato creado a posteriori. Afortunadamente 500 años de pensamiento científico no han sido en vano y las “verdades” sin estructura epistemológica, tienden a llamarnos la atención.

Upgrade o desarticulación de la post verdad

Alberto Fernández es un personaje siniestro. Es un hombre que ha llevado la post verdad a otro nivel. El Presidente, en algún momento de su gestión, entendió que el ruido que hacían las maquinas generadoras de relato que sostenían el decorado, le daban una oportunidad extraordinaria. Alberto vio la oportunidad de prescindir por completo del relato, constituir a la proposición como sustento de sí misma.

Pero Alberto no es ningún genio, esto ya funciona de este modo con las religiones. La diferencia es que estos sistemas, para sostenerse, requieren de creencias extremadamente complejas y sólidas, consolidadas por el tiempo, a veces por milenios.

Dicho esto, lo que hizo Aleberto, fue privar al sistema que trabajaba para sostener las verdades inventadas, de la posibilidad de generar aunque más no fuera que una chispa de creencia.

Vacío de significado

Este poeta del vacío, que predicaba verdades tales como "La libertad se pierde cuando uno muere, cuidemos la vida", o "Si la Argentina hubiese seguido el ritmo de contagios de Brasil, hoy tendría 10.000 muertos" o “Somos la segunda economía que más creció en el mundo después de China” se llevó puesta la palabra, despojándola de todo significado, y arrastrando tras de sí a la tan mentada Investidura Presidencial. En síntesis, con su verborragia desfachatadamente desordenada e incoherente, muchas veces inspirada por la farmacia, dejó vacante el sillón de Rivadavia, sin haber levantado el trasero de éste ni una sola vez.

La ausencia del Presidente, en un sistema presidencialista como el nuestro, ha desatado una carrera por el poder que está destruyendo al país. La crisis energética, la guerra del poder político por dominar a la justicia, la crisis de las economías regionales, la falta de dólares, la salida del concierto internacional, el parlamento paralizado, la cartelización de las estructuras de poder del Estado, son todas consecuencias de la ausencia de la figura presidencial.

Más vale uno malo, que ninguno

Nunca se comprende mejor el funcionamiento de un mecanismo que cuando este funciona mal. Esto es verdad solo si hay voluntad de entender, pero muchas veces se comprende cabalmente el funcionamiento de una pieza, cuando esta funciona de manera imperfecta. Si esto se aplica a este muchacho Fernández, la lección para los argentinos debería ser algo así como: más vale un mal presidente que ninguno.

Alguno me dirá que tenemos uno muy malo. A eso responderé que no tenemos ninguno. Alberto Fernández, como nadie antes que él en la historia, se sacará la banda presidencial después de cuatro años, sin haber sido Presidente un solo día de la gestión del Frente de Todos.

El vicariato fallido impuesto por Cristina Kirchner, nos dejó en la anarquía por cuatro años. La lección está a la vista. Ojalá estas pocas líneas sirvan para prevenirnos de engaños futuros, porque si en algo hemos sido expertos los argentinos, ha sido en equivocarnos. Es hora de capitalizar esa enorme experiencia.

Buen domingo, corazón atento y mente “Crítica”, les augura El Aguijón

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